No puedo liberarme del hechizo, y creo entender por que.
Pensaba, en estos días, si lo que ocurre es que por el hecho de rechazarme es que te quiero. Y la verdad, no es así. No niego que tengo una cuota de masoquismo importante. Sin embargo esa no es la razón. Lo que sucede es que vi lo que hay debajo de la armadura, y quedé como suspendido en un único tiempo (¿en torsión?) sin espacio.
La verdad es que te extraño, y me hacés mucha falta.
En otras oportunidades me ha costado asimilar el final, entender la distancia. Pero lo he logrado.
Con vos, es distinto. Mi testarudez se impone porque sos vos. No sos alguien al pasar. Sos vos.
Mirá, nena, estoy atravezado por tu sonrisa, necesito con desesperación tus besos, sentir tu cuerpo contra el mío, tu vibración. Tenías razón cuando nos suponías en la misma frecuencia. Lo estamos.
No se en que andan tus pensamientos por estos días…no se en que andás por estos días, no se nada de nada, puesto que has bajado la persiana. Me animo a suponer que no estás inmune a toda la situación, simplemente porque no tenés ese tipo de personalidad. No teorizo que pienses en volver conmigo. Trato de no pensar en eso. Lo sueño, que es distinto.
A decir verdad, tu silencio habla. Tengo para mi que por razones que solo vos conoces (aunque tal vez ni siquiera eso…) no querés enfrentarme. Siempre te mostraste contradictoria conmigo porque en tu interior habitan contradicciones que no soportás. Y no las soportás porque te hacen sentir vulnerable, entonces huís. Así lo entiendo, porque además, vos misma me advertiste que tenés esa tendencia.
No pienses que digo esto en tono acusatorio. La verdad es que si estoy en lo cierto (si no es así, bueno, me recibo de estúpido), te entiendo. Sin haber pasado por tu experiencia, pasé por las mías, y se lo que es que te duelan ciertas cosas. Se que es difícil confiar. Se que es difícil no dejarse manejar por los mecanismos del departamento de defensa.
Me gustaría que pudieras verte en toda tu dimensión, brillante, con un alma tierna. Sos mucho más de lo que crees. Sos un copo de magia que se descolgó de alguna estrella.
Estás tan presente a lo largo de mis días, que me olvido que existo. Cada palabra tuya rebota dentro mío causando efectos que todavía no soy capaz de medir. Y si bien siento un dolor que ya no puedo tolerar, tu presencia en mi vida es una caricia en el alma. Es extraño, verdaderamente, pero es así. Sentí, y siento, que sos vos. ¿Entendés lo que te quiero decir? Y aunque lo mas probable sea que nunca vuelvas a darme una chance, todo mi ser, en este momento, está en este tiempo sin espacio solo para vos. Una necesidad espiritual me hace quedarme.
Finalmente, el amor es lo único que nos salva de una existencia gris, miserable y solitaria. Cuando te digo que te amo, lo digo en serio. Fuiste (sos) esa salvación, y te regalé el alma para intentar salvarte. Eso que llamás “ateísmo cotidiano”, eso, es el sinsentido.
Suelto esto al viento, al ciberespacio (no se quien me manda a semejante escarnio público), plenamente conciente de que tal vez nunca te llegue, o que directamente no te importe. También considero esa posibilidad. Pero no puedo hacer otra cosa. Ya estoy jugado. Ya crucé la línea que me separa de la sensatez. Ya no me queda nada, solamente un sueño con pinta de empresa imposible.
No es que me guste sufrir. No me gusta. Es que no puedo evitarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario