martes, 8 de mayo de 2012

Al final del camino

Tengo un sueño: sos vos. Mi sueño sos vos. La realidad se empecina en recordarme que hoy sos un sueño distante, y esa realidad es que hoy no estamos juntos. Sin embargo, te sigo soñando.
Verás, sos la mujer de mi vida, sos la mujer con la que quiero estar. Valés la pena. Entonces, a pesar de la distancia de hoy, obstinadamente lucho por permanecer en tu vida de alguna manera. Siento que vamos a terminar juntos y que todo esto, la tristeza, la angustia, el vacío, el dolor, serán anécdotas. O que son, en todo caso, el precio que estoy dispuesto a pagar, y pago, por llegar a ese momento mágico. Pago el precio y pongo, literalmente, el cuerpo. Apenas como, apenas duermo. Estoy tenso y soportando, ya no se como, una sensación espantosa en el pecho que me recuerda a cada instante que me hacés falta, que me dificulta el reflejo acto de respirar. Pero pago el precio. Lo pago convencido a pesar de lo que he llorado, de lo que lloro y seguiré llorando porque una esperanza ilógica, irracional, inclaudicable me sostiene.
Si al final de este camino se encontrarán nuestras miradas y nuestros labios, lo recorreré descalzo, desnudo, con el alma en las manos.

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