Se
espera que la lluvia pase. Se espera que los vientos lleguen. Se
espera. Se dice. Por amor al silencio se dicen miserables palabras. Un
decir forzoso, forzado, un decir sin salida posible, por amor al
silencio, por amor al lenguaje de los cuerpos. Yo hablaba. En mí el
lenguaje es siempre un pretexto para el silencio. Es mi manera de
expresar mi fatiga inexpresable. Debería invertirse este orden maligno.
Por primera vez emplear palabras para seducir a quien se quisiera
gracias a la mediación del silencio más puro. Siempre he sido yo la
silenciosa. Las palabras intercesoras, las he oído tanto, ahora las
repito. ¿Quién elogió a los amantes en detrimento de los amados? Mi
orientación más profunda: la orilla del silencio. Palabras intercesoras,
señuelo de vocales. Ésta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante
cada voz, temblar las palabras apelando a todo lo que de nefasto y de
maldito he oído y leído en materia de formas de seducción.
El
hecho es que yo contaba, yo analizaba, yo relacionaba ejemplos
proporcionados por los amigos comunes y la literatura. Le demostraba
que la razón estaba de mi parte, la razón de amor. Le prometía que
amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le
decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de
ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando
vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse
hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto
quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de
amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en
que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin
amor. Más bien habría que hablar de los sustitutos.
Hay
gestos que me dan en el sexo. Así: temor y temblor en el sexo. Ver su
rostro demorándose una fracción de segundo, su rostro se detuvo en un
tiempo incontable, su rostro, un detenerse tan decisivo, como quien
mueve la voz y dice no. Aquel poema de Dylan Thomas sobre la mano que
firma en el papel. Un rostro que dure lo que una mano escribiendo un
nombre en una hoja de papel. Me dio en el sexo. Levitación; me izan,
vuelo. Un no, a causa de ese no todo se desencadena. He de contar en
orden este desorden. Contar desordenadamente este extraño orden de
cosas. A medida que no vaya sucediendo.
Hablo
de un poema que se acerca. Se va a acercando mientras a mí me tienen
lejos. Sin descanso la fatiga; infatigablemente la fatiga a medida que
la noche --no el poema-- se acerca y yo estoy a su lado y nada, nada
sucede a medida que la noche se acerca y pasa y nada, nada sucede.
Sólo una voz lejanísima, una creencia mágica, una absurda, antigua
espera de cosas mejores.
Recién
le dije no. Escándalo. Transgresión. Dije no, cuando desde hace meses
agonizo de espera y cuando inicio el gesto, cuando lo iniciaba...
trémulo temblor, hacerme mal, herirme, sed de desmesura (pensar alguna
vez en la importancia de la sílaba no).
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